LA PARCA CERCANA
QQ:.HH:. nos cambió el mundo en que vivíamos, podría ser en forma temporal o talvez un lapso mayor, pero poco a poco nos hemos dado cuenta de lo frágiles que somos, que aun con los avances científicos que tiene la humanidad, un paquete de información genética que no puede vivir ni reproducirse sin las células vivas que infecta, nos tiene a gran parte de los humanos, pensando en cómo replantear nuestras vidas.
En estos tiempos hemos visto pasear a la Parca por las calles de nuestras ciudades con más asiduidad de la normal, y no hemos estado exentos del temor de que se le ocurra entrar en nuestras casas, en las de nuestras familias o amigos.
Nuestra preocupación primero se dirige hacia quienes son los más vulnerables, como nos sentiríamos -si me infecto- y le transmito la enfermedad a nuestros seres queridos y si como consecuencia se nos adelantan en despedirse de esta vida.
Qué pasaría si me toca morir y no tengo el tiempo suficiente para arreglar todos los temas pendientes sobre todo de quienes dependen de mí.
Son preocupaciones que creo que han pasado por la cabeza de gran parte de nosotros, preocupaciones que nos agobian y dificultan nuestra cotidianidad.
Pero, así mismo creo que en un momento determinado, deberemos sobreponernos de las preocupaciones y afrontar nuestras vidas con una perspectiva por lo menos algo diferente. Hemos heredado y tomado de nuestra sociedad muchos defectos que son parte de nuestra vida y nuestra cultura, pero existen infinitas posibilidades de cambio, conviene en esta época ser conscientes de nuestros vicios sociales y luchar contra ellos.
La muerte física siempre ha sido un hecho triste, cuando un Q:.H:. muere nuestras invocaciones son de D:.D:.D:. y buscamos la mejor manera de honrar su memoria, pero ¿por qué es doloroso este proceso?, la razón más inmediata es que ya no tendremos su presencia física entre nosotros, pero existe otro aspecto, desconocemos lo que ocurre después. Nos podemos plantear muchas preguntas, ¿será que seguiremos sintiendo de la misma forma?, ¿qué pasa con nuestras emociones?, ¿qué le ocurre a nuestra mente?, ¿seguimos progresando o simplemente nos disipamos en otras formas de energía?
Entre estas especulaciones, vale la pena recordar el proceso iniciático que emprendimos ya hace algunos años y que atañe directamente al nivel de conciencia que podamos lograr durante nuestra vida física.
Hablemos de la “muerte iniciática” que ocurre en la ceremonia de Iniciación, que de acuerdo a Rene Guenón es poco comprendida, tanto así, que se la asume como una -muerte ficticia-, pero “esta -muerte-, lejos de ser «ficticia», es por el contrario, en un sentido, incluso más real que la muerte entendida en el sentido ordinario de la palabra. Supera las contingencias inherentes a los estados particulares del ser y que posee, en consecuencia, un valor profundo y permanente desde el punto de vista universal”[i].
Dentro de esta misma posición, la muerte implica una transición, un cambio de estado, en el caso de la iniciación masónica pasamos de un estado profano a un sistema iniciático gradual en el que paulatinamente se nos entregan las herramientas simbólicas para trabajar sobre nosotros mismos, somos el albañil, la materia prima y la herramienta de trabajo, con el objetivo de ir hacia planos superiores de consciencia.
Nuestra Orden nos ofrece un sistema de grados, lo que implica que con cada nuevo grado deberíamos pasar una nueva transición, lo podríamos entender como muertes y renacimiento consecutivos con el objeto fundamental de acceder a planos superiores de consciencia.
De acuerdo a Guenón la primera y principal de las Iniciaciones nos lleva a una regeneración “psíquica” que en si misma es preparatoria, para que a través del trabajo lograr en forma efectiva el ascenso por cada uno de los grados, de manera que en algún momento podamos alcanzar “la realización de las posibilidades de un orden más elevado, es decir, del orden espiritual en el verdadero sentido de la palabra”i.
Nuestro proceso iniciático por tanto nos lleva desde una regeneración en el plano psíquico hasta el plano espiritual, naturalmente el avance que tengamos dependerá de cada uno de nosotros, del esfuerzo y dedicación en la tarea.
De acuerdo a lo anotado, podría colegirse que el proceso iniciático nos permite una mejor intuición de lo que ocurrirá en el momento en que pasemos a Oriente Eterno, podríamos entenderla como una nueva transición, puede ser un cambio a un nuevo estado, en el que no dependamos de nuestro cuerpo físico, talvez el hecho de no tenerlo puede ser que permita a nuestra consciencia vislumbrar con mayor facilidad niveles superiores, o podría ocurrir en sentido contrario que sigamos apegados a nuestros pasiones terrenales limitándonos nuestro progreso.
Nada de lo anterior podemos asegurarlo, solo el descanso en Oriente Eterno nos lo aclarará, mientras tanto pienso que si de acuerdo a los compromisos que hemos establecido con nuestra Orden, con el trabajo continuo de desbastar nuestra increíblemente dura piedra bruta, con nuestra recta intención de alejarnos conscientemente de nuestros vicios y acercarnos a las virtudes, creo firmemente que la Parca nos será benevolente facilitándonos el paso en todas las puertas que debamos franquear en nuestra evolución.
Mi palabra V:.M:. y QQ:.HH:.
M:.M:. A.A.J.
[i] René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XXVI.